Hecho en México

Comencé a ver el primer reality de Netflix, Made in Mexico, y me quedan claro muchos puntos que quisiera compartir para motivar el diálogo al respecto.

En cuanto a la narrativa que se plantea, no es que no exista o que sea recreada para el show, la desconocíamos. Nos ofende darnos cuenta de que en un país con 53 millones de pobres hayan personas que puedan gastar 26,000usd en joyería en una salida de una hora en menos de tres productos. Nos molesta que todos sean güeritos, que hablen en inglés, que no sean el mexicano que queremos.

Ojo, por supuesto que me ofende la magnitud de sus fortunas y la manera desinteresada en que la gastan. En proporción, todos los aspectos del show pueden ofenderme, pero no es el caso. Porque no son los participantes ni su clase social, el problema, es la narrativa. Y la narrativa está construida para el drama.

La narrativa es que la serie nos muestre solo las partes “bellas” de la Ciudad de México. Que las tomas aéreas enfoquen puros arbolitos y tráfico que sí circula. La narrativa, como mucho de lo mexicano es también intrínsecamente aspiracional, son los participantes hablando en inglés tres de cuatro frases pero solo entre ellos, no a sus padres, no a los extras. Son ellos y ellas viviendo en una realidad que antes existía sólo dentro de sus cabezas y que el reality legítimo en la vida real.

Es cierto que todos los participantes son de piel blanca, pero eso habla más de quienes tienen la oportunidad de hacerse de riqueza en este país que de la selección del casting. Dos de nueve protagonistas son de ascendencia árabe, dos chicas estadounidenses, tres miembros de familias históricamente acomodadas cuyas fortunas trascienden tres generaciones, un empresario super exitoso y etc etc etc…

Así como ese, hay muchos otros temas que discutir del show, primero y particularmente importante para mi, el clima de machismo que se percibe en el reality y el choque cultural que este representa para las protagonistas oriundas de Estados Unidos. Más de una vez alguna de las dos menciona como su novio mexicano intenta controlar sus acciones ahora que viven juntos. Incluso, una de ellas hace uso del término “macho mexicano” para referirse a la actitud de él. Asimismo, uno de los novios repite constantemente la frase “como las mujeres se ponen a veces” para dirigirse a los “cambios de humor” que tiene la chica para con el, resultado, claro está, de su intención de ejercer control sobre las acciones de ella.

Por otro lado, el comportamiento de Roby que, por instancias, puede percibirse profundamente machista y, a diferencia de otros de sus comportamientos por los que se le llama la atención varias veces en el programa, este no parece ser motivo de en ningún momento. El punto álgido de este comportamiento queda evidenciado en el episodio uno cuando intenta propasarse con Columba una y otra vez. A pesar de que ella se lo reprocha al momento y se aleja, la trama invierte el resto de los episodios en reivindicar a Roby como una persona que sufre, cuyo alcoholismo es la causa de todos sus males pero para lo cual nunca busca o recibe ayuda.

Continuando, en el episodio dos conocemos a la única participante que no estuvo presente en el bautizo de los Checa, Hannah. Su personaje, parece cumplir la única función de representar un chivo expiatorio para que el resto del cast pueda subir los niveles del drama. La introducción a su vida es por demás suntuosa, expone sus títulos, su vida, sus “frases”, hasta el castillo de su abuelo. No obstante, es a la única participante a la que en algún punto se le “restriega” su origen de provincia, cuando alguien más menciona que probablemente es más sencillo encajar en la élite de la Ciudad de México si te mudas desde Estados Unidos que desde Tijuana.

El ego es, sin duda, otro de los protagonistas del reality. La mayoría de los participantes intentan exaltar las particularidades de sus vidas y exponerlas de la mejor manera posible. Más de una vez recalcan que no hay guión pero de cierta forma, sus actitudes siempre se perciben forzadas. Me consta que, a excepción de Hannah, no es la validación del grupo la que esperan sino es mas bien una especie de equiparar el nivel de sus vidas para con las del resto, como diciendo “yo si soy de élite”. Otro punto de este tema, es la rarísima apropiación de lo mexicano que se expone en el episodio del día de muertos. Se trata de un cast mexicano y aún así sentí en todo momento que se estaba robando la cultura de alguien más.

Entrada la trama, Hannah protagoniza junto a Roby el único drama real del show, y es allí cuando retoman esta cuestión de encajar en la élite de la ciudad. Al resto del grupo le ofende que Hannah no haya demostrado interés en conocerlos aun cuando es claro que ellos no tenían un lugar que ofrecerle dentro de su grupo. Por último, el pleito con Hannah termina exponiendo el delirio de persecución que se cargan los protagonistas ya a la orilla de lo ridículo, mas de una vez aprovechan los espacios de confesión para expresar su preocupación respecto de cómo otros participantes quieren inmiscuirse en su vida y aprovecharse de su supuesta vulnerabilidad en el reality cuando, en realidad, no hay tal. Con o sin cámara, ellos siguen representando, en una sociedad como la de México, la clase hegemónica y tan lo son que salen en el reality.

Los problemas sociales que expone Made in Mexico, van más allá de la desigualdad. Se trata también del clasismo atado al racismo y la discriminación que se vive en México, de una notable incapacidad de algunos de los miembros de la clase alta de deconstruirse de sus privilegios, de apropiación cultural, de machismo. Y, eventualmente, de cómo los protagonistas, mortales como dicen que son, esperan el día en que vuelvan a casa y el hogar este lleno.