Sobre la vez que me golpeó un tren

Hace tiempo que me he dedicado a evitar conflictos y confrontaciones, a esperar a que la vida pase. Y con la vida solo me refiero a algo tan increíble que sea como una ignición, irreversible y abrasadora.

Por eso la otra noche cuando me vi en la oportunidad, sentí mucha emoción. Pero fue un error, después de unos cinco minutos me di cuenta de que eso que estaba llegando no eran chispas de una explosión, era un tren que sin pensarlo, iba a arrollarme a toda velocidad.

No diré que quise quitarme porque no fue así. Estaba ahí, esperando, parada. “Debiste quitarte” me dicen las personas. Pero yo estaba muy nerviosa, no se me ocurre nada mas que la expectativa de saber qué pasaba que hubiera podido mantenerme al filo de la navaja durante tanto tiempo.

Cuando todo por fin terminó, me retire a intentar darme cuenta de que la vida no iba a pasar ahí. No durante tres semanas y no en mucho tiempo. Hable lo que pude y describí los detalles de como el tren había decidido arrollarme aun cuando le dije que no estaba bien, y eso fue demoledor.

Yo había compartido en el Manual de Usos ese mismo día cómo yo sentía que no podía controlar el amor. Que era una locura, que me infatuaría. Que amaba el amor porque lo había visto. Que las relaciones afectivas tenían que ser siempre responsables y siempre éticas.

El tren siguió su curso, y como la teoría del tiempo, quizás si me hubiese quitado, el tren hubiese girado.

Los días que vinieron después se complicaron mas. Debes volver a salir, y andar con ambas piernas. Piensas siempre en como viste venir la locomotora y las luces te ponen ansioso.

El resto de las personas parecen incapaces de entender que un día estabas bien y después ya no. Esta no es la historia de una declaración de amor, es algo mas que en el terreno de lo que siento, no tiene cabida. Es el golpe de la irresponsabilidad de otro conductor, soy yo misma atrapada en el loophole de no tener las respuestas que espero.

No, no esperaba que dijeras que me amabas, esperaba que escucharas. Que pudieras entender que tenía el corazón a flor de piel y él, que es tan aferrado, no podía soportar el golpe de tu egoísmo.