Leviatán

Perdón, pero quiero que nos casemos. Quiero criar a mis hijos contigo. Y es impresionante porque tú, eres… Pero también eres muy amoroso, y sé que serías un excelente papá.

Quisiera que nos despertáramos un día, y uno de nuestros hijos se metiera en la cama. Que le apartaras el cabello de la frente para regalarle un beso y que terminaras de acomodarlo entre nosotros, para acurrucarnos los tres por el resto del día.

Ni siquiera pienso en que me gustaría que saliéramos, a restaurantes de moda en la ciudad, antros, bares, bodas. No. Me gustaría que estuviésemos todo el día en la cama, discutiendo si preferiríamos que nuestros hijos fueran astronautas o estrellas del deporte. Me gustaría hablarte mil horas y por primera vez sentir que estás escuchándome.

Lo he visto. Te he visto posar tu mano sobre mi vientre, nos he visto vivir esa vida, y rezo, anhelo que el tiempo realmente sea cíclico. Y que las cosas que he visto sean el recuerdo de una vida ya vivida y no, simples delirios.

Si se tratase de un ciclo, nos casaríamos una y otra vez en la única iglesia que conozco. Nos miraríamos por primera vez de un extremo al otro del altar, y al encontrarnos, nos sabríamos por fin el uno para el otro. Nunca pienso en la música, pero he cavilado otros detalles. La cosa es que, sin importar el escenario, el novio siempre eres tú.

Estoy ansiosa por descubrirme viviéndolo. Los niños, la boda, el tiempo en la cama, todo verdadero. Todas certezas de las veces anteriores en que ya vivimos esta vida. Y aún mejor, todas evidencias de las veces en que, sin dudarlo, hemos vuelto a escogernos.

(Hasta ahora, cada minuto que no compartimos ha sido uno privada de una vida que mil veces ya corrió frente a mis ojos)

(Me agobia, me quita la calma saberme sin ti)

(Te extraño)

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