Salmo 93: Think I’ll miss you forever, like the stars miss the sun in the morning sky

Me quedo siempre con la duda de si acaso notas la forma en que me dejas cuando te vas.

¿Te has dado cuenta de que por cada salida buena tenemos una mala? Es como que después de cada salida buena nos queda un nervio terrible de que las expectativas para la siguiente no se cumplan que terminamos teniendo una salida horripilante.

Yo ya he llegado a término con que la norma es que no podamos ser felices.

Eso es, la excepción.

Y es durísimo.

Porque, aunque sé cuál es la verdad, espero cada día que las cosas cambien. Y no sé cuántas salidas horripilantes me permitiré aguantar, de aquí a ese 2026 que con todo el corazón quiero creer que estoy manifestando.

Lo cierto es que no olvido las cosas que me dices, más bien, tú eres inconsistente con las verdades que compartes, rara vez cuadran. Al mismo tiempo, tú no llevas cuenta en absoluto de las verdades que yo te comparto. Y siendo honesta, me parece que las desconoces por falta de interés, yo podría resolver todas tus dudas, si tan sólo preguntaras.

No estamos hechos para estar juntos, pero prefiero cortarme el pie derecho antes que pedirte que te vayas.

Y la verdad es que no sé por qué.

Ahora he comenzado a pensar que, si no es por mí, debería hacerlo por ti.

Debería dejarte ir para que puedas estar tranquilo. Porque lo cierto es que me parece imposible que tú no sientas las cosas que yo siento. Y entonces, cuando vuelves a casa, solo hay dos opciones: que las cosas verdaderamente no te importen o que te sientas como yo me siento.

Y yo me estoy sintiendo terrible. Y sé que no voy a poder a soltarte, y desearía que me sueltes tú, y me parece que no puedes.

Así que me toca, liberarte. Porque, aunque suena dramático, creo que estamos haciendo de nuestras vidas

un infierno.

«Y sobraron los cuatro disparos

Que con tanto descaro nos dio el corazón»

Al final, y después de varios días, será por mí. Porque yo sí me atrevo. Porque de igual forma te suelto, como te corto el cuello como a un chivo.

«Días después, ella le preguntó si se dejaría degollar como un chivo. Él dijo que sí con firmeza. Ella sacó el cuchillo y se dispuso a probarlo. Él saltó de terror con el escalofrío final. “Tú no”, dijo. “Tú no”. Ella, muerta de risa, quiso saber por qué, y él le dijo la verdad: “Porque tú sí te atreves”».