Sobre la vez que me golpeó un tren

Hace tiempo que me he dedicado a evitar conflictos y confrontaciones, a esperar a que la vida pase. Y con la vida solo me refiero a algo tan increíble que sea como una ignición, irreversible y abrasadora.

Por eso la otra noche cuando me vi en la oportunidad, sentí mucha emoción. Pero fue un error, después de unos cinco minutos me di cuenta de que eso que estaba llegando no eran chispas de una explosión, era un tren que sin pensarlo, iba a arrollarme a toda velocidad.

No diré que quise quitarme porque no fue así. Estaba ahí, esperando, parada. “Debiste quitarte” me dicen las personas. Pero yo estaba muy nerviosa, no se me ocurre nada mas que la expectativa de saber qué pasaba que hubiera podido mantenerme al filo de la navaja durante tanto tiempo.

Cuando todo por fin terminó, me retire a intentar darme cuenta de que la vida no iba a pasar ahí. No durante tres semanas y no en mucho tiempo. Hable lo que pude y describí los detalles de como el tren había decidido arrollarme aun cuando le dije que no estaba bien, y eso fue demoledor.

Yo había compartido en el Manual de Usos ese mismo día cómo yo sentía que no podía controlar el amor. Que era una locura, que me infatuaría. Que amaba el amor porque lo había visto. Que las relaciones afectivas tenían que ser siempre responsables y siempre éticas.

El tren siguió su curso, y como la teoría del tiempo, quizás si me hubiese quitado, el tren hubiese girado.

Los días que vinieron después se complicaron mas. Debes volver a salir, y andar con ambas piernas. Piensas siempre en como viste venir la locomotora y las luces te ponen ansioso.

El resto de las personas parecen incapaces de entender que un día estabas bien y después ya no. Esta no es la historia de una declaración de amor, es algo mas que en el terreno de lo que siento, no tiene cabida. Es el golpe de la irresponsabilidad de otro conductor, soy yo misma atrapada en el loophole de no tener las respuestas que espero.

No, no esperaba que dijeras que me amabas, esperaba que escucharas. Que pudieras entender que tenía el corazón a flor de piel y él, que es tan aferrado, no podía soportar el golpe de tu egoísmo.

Un fin

Siempre creí que Al Gore no debió ganar el Premio Nobel de la Paz en el 2007* cuando era miembro activo de la política estadounidense. Personalmente, no creía que los presidentes y demás políticos del siglo XXI debieran ganar premios Nobel de la Paz porque, como sus votantes, lo mínimo que esperaría es que hicieran el bien. Y por lo tanto no entendía porque había que premiarles que hicieran lo mínimo que esperábamos de ellos. Después de todo, con gran poder viene gran responsabilidad.

Con base en eso, solía contrastar sus acciones y espacios de poder a aquellos de los que habían disponido Lech Walesa o Martin Luther King, otros airosos ganadores del premio. Hoy en día, no considero que hubiera estado del todo mal aunque tampoco me apostaría en una pelea de argumentos.

Padres de la historia como Martin Luther King, convirtieron los espacios de recreación en los que vivían en espacios de política. Crearon sus propias plataformas y se convirtieron en jueces de sus oportunidades. Su capacidad de hacer de sus causas una plataforma para el ejercicio del poder, los llevó a donde todos sabemos.

Al Gore ha viajado alrededor del mundo con el propósito de concientizar a las personas en la inminencia del cambio climático. Según entiendo, repite una y otra vez los hallazgos y las pruebas de la gravedad de las alzas en la temperatura media del planeta. Al Gore ha sido llamado el mayor mentiroso de América. Se ha postulado a la presidencia de los Estados Unidos y ha sido senador y diputado por el partido demócrata. Al Gore nos ha intentado decir que el planeta y todo lo vivo junto a él, caduca. Que los casquetes polares están derritiéndose y que el nivel del mar está sobrepasando la media.

Más allá de las pruebas, creo profundamente en los dejes de su pasión. Esta confiándonos la verdad y las historia de éxito son casi siempre historias de gente que siente pasión.

Hasta hace poco, entendía del cambio climático solo lo que se aprende en la escuela, y ni el Fenómeno del Niño ni el de la Niña me quedaban claros. Ver a Al Gore, sobre la plataforma de sus acciones y espacios, me hizo sentir conmovida. Convirtió sus espacios de poder en oportunidades para nosotros.

Lo que él está trabajando no es la detención abrupta de la codicia de los grandes empresarios que lucran a costilla del planeta. Es la verdad, la propagación de la causa, la idea de que esta tierra no es medio, es fin.

Ojalá puedan confiar en él con la misma expectativa con la que confia en nosotros.

*Al Gore ganó el Premio Nobel de la Paz en el 2007 junto a el IPCC “por sus esfuerzos para construir y difundir un mayor conocimiento sobre el cambio climático”.

Hecho en México

Comencé a ver el primer reality de Netflix, Made in Mexico, y me quedan claro muchos puntos que quisiera compartir para motivar el diálogo al respecto.

En cuanto a la narrativa que se plantea, no es que no exista o que sea recreada para el show, la desconocíamos. Nos ofende darnos cuenta de que en un país con 53 millones de pobres hayan personas que puedan gastar 26,000usd en joyería en una salida de una hora en menos de tres productos. Nos molesta que todos sean güeritos, que hablen en inglés, que no sean el mexicano que queremos.

Ojo, por supuesto que me ofende la magnitud de sus fortunas y la manera desinteresada en que la gastan. En proporción, todos los aspectos del show pueden ofenderme, pero no es el caso. Porque no son los participantes ni su clase social, el problema, es la narrativa. Y la narrativa está construida para el drama.

La narrativa es que la serie nos muestre solo las partes “bellas” de la Ciudad de México. Que las tomas aéreas enfoquen puros arbolitos y tráfico que sí circula. La narrativa, como mucho de lo mexicano es también intrínsecamente aspiracional, son los participantes hablando en inglés tres de cuatro frases pero solo entre ellos, no a sus padres, no a los extras. Son ellos y ellas viviendo en una realidad que antes existía sólo dentro de sus cabezas y que el reality legítimo en la vida real.

Es cierto que todos los participantes son de piel blanca, pero eso habla más de quienes tienen la oportunidad de hacerse de riqueza en este país que de la selección del casting. Dos de nueve protagonistas son de ascendencia árabe, dos chicas estadounidenses, tres miembros de familias históricamente acomodadas cuyas fortunas trascienden tres generaciones, un empresario super exitoso y etc etc etc…

Así como ese, hay muchos otros temas que discutir del show, primero y particularmente importante para mi, el clima de machismo que se percibe en el reality y el choque cultural que este representa para las protagonistas oriundas de Estados Unidos. Más de una vez alguna de las dos menciona como su novio mexicano intenta controlar sus acciones ahora que viven juntos. Incluso, una de ellas hace uso del término “macho mexicano” para referirse a la actitud de él. Asimismo, uno de los novios repite constantemente la frase “como las mujeres se ponen a veces” para dirigirse a los “cambios de humor” que tiene la chica para con el, resultado, claro está, de su intención de ejercer control sobre las acciones de ella.

Por otro lado, el comportamiento de Roby que, por instancias, puede percibirse profundamente machista y, a diferencia de otros de sus comportamientos por los que se le llama la atención varias veces en el programa, este no parece ser motivo de en ningún momento. El punto álgido de este comportamiento queda evidenciado en el episodio uno cuando intenta propasarse con Columba una y otra vez. A pesar de que ella se lo reprocha al momento y se aleja, la trama invierte el resto de los episodios en reivindicar a Roby como una persona que sufre, cuyo alcoholismo es la causa de todos sus males pero para lo cual nunca busca o recibe ayuda.

Continuando, en el episodio dos conocemos a la única participante que no estuvo presente en el bautizo de los Checa, Hannah. Su personaje, parece cumplir la única función de representar un chivo expiatorio para que el resto del cast pueda subir los niveles del drama. La introducción a su vida es por demás suntuosa, expone sus títulos, su vida, sus “frases”, hasta el castillo de su abuelo. No obstante, es a la única participante a la que en algún punto se le “restriega” su origen de provincia, cuando alguien más menciona que probablemente es más sencillo encajar en la élite de la Ciudad de México si te mudas desde Estados Unidos que desde Tijuana.

El ego es, sin duda, otro de los protagonistas del reality. La mayoría de los participantes intentan exaltar las particularidades de sus vidas y exponerlas de la mejor manera posible. Más de una vez recalcan que no hay guión pero de cierta forma, sus actitudes siempre se perciben forzadas. Me consta que, a excepción de Hannah, no es la validación del grupo la que esperan sino es mas bien una especie de equiparar el nivel de sus vidas para con las del resto, como diciendo “yo si soy de élite”. Otro punto de este tema, es la rarísima apropiación de lo mexicano que se expone en el episodio del día de muertos. Se trata de un cast mexicano y aún así sentí en todo momento que se estaba robando la cultura de alguien más.

Entrada la trama, Hannah protagoniza junto a Roby el único drama real del show, y es allí cuando retoman esta cuestión de encajar en la élite de la ciudad. Al resto del grupo le ofende que Hannah no haya demostrado interés en conocerlos aun cuando es claro que ellos no tenían un lugar que ofrecerle dentro de su grupo. Por último, el pleito con Hannah termina exponiendo el delirio de persecución que se cargan los protagonistas ya a la orilla de lo ridículo, mas de una vez aprovechan los espacios de confesión para expresar su preocupación respecto de cómo otros participantes quieren inmiscuirse en su vida y aprovecharse de su supuesta vulnerabilidad en el reality cuando, en realidad, no hay tal. Con o sin cámara, ellos siguen representando, en una sociedad como la de México, la clase hegemónica y tan lo son que salen en el reality.

Los problemas sociales que expone Made in Mexico, van más allá de la desigualdad. Se trata también del clasismo atado al racismo y la discriminación que se vive en México, de una notable incapacidad de algunos de los miembros de la clase alta de deconstruirse de sus privilegios, de apropiación cultural, de machismo. Y, eventualmente, de cómo los protagonistas, mortales como dicen que son, esperan el día en que vuelvan a casa y el hogar este lleno.