Activismo que da miedo

Hace casi dos años que le he seguido la pista al movimiento por la preservación del medio ambiente británico que se alberga bajo la sombrilla de Extinction Rebellion.

Verlos tomar por primera vez cuatro de los puntos más importantes de Londres y paralizar la ciudad me pareció increíble, como algo que las manifestaciones ambientalistas locales solo sueñan. Extinction Rebellion ha crecido exponencialmente con seguidores que los acompañan en las calles y otros cuantos más que los acompañan en las acciones más bañadas de locura, como colarse en cumbres internacionales donde se discute el uso desmedido del petróleo.

Más de 20 activistas han ido a la cárcel una y otra vez, detenidos por sus actos de desobediencia civil que buscan atraer atención de los espectadores como nosotros, que los vemos desde el celular. Han pintado paredes, armado fogatas en las calles, saboteado eventos, pegado sus manos a cristales…  

Entran y salen de prisión como si robaran bienes inútiles.

La última vez que asistí a una manifestación ambiental local había muchas niñas y niños acompañadas del ya popular Fridays for the Future. Algunos autos sonaban el claxon en apoyo a los presentes, pero nadie realmente estaba tomando acciones directas para hacer a la causa notarse.

No es que manifestarse en las calles no lo sea, es que nadie está escuchándonos.

Alguna vez a los activistas británicos se les señaló la facilidad con que la gente como ellos entraba y salía de prisión después de “vandalizar” la ciudad. Y con “como ellos” la señalante se refería a personas blancas, figuras de internet, de clase media o alta. Habría que poner en perspectiva la facilidad con la que mujeres precarizadas de áreas del sur global podrían manifestarse por la protección de tierras que son su legado para con el mundo.

¿Cuánto va a costarle al sur global hacerse escuchar?

Históricamente, el sur global ha sufrido de manera más significativa los efectos del cambio climático debido a procesos que han sido englobados y nombrados como colonialismo ambiental. Las condiciones que el imperialismo de los siglos entre el 15-20 creó para que los Estados colonizadores explotaran sus territorios en alta mar convirtieron a esas pequeñas naciones en carne de cañón para el éxito ajeno.

La extracción de recursos y la explotación de la tierra para la perpetuación de los mismos trajo consigo la expropiación de tierras ejidales, la marginación de comunidades autónomas a quienes pertenecían la selva, el mar, los bosques; la popularización de la idea de que el desarrollo es occidental.

Pero no es.

Hoy en día los Estados colonizadores continúan corriendo con la ventaja en desarrollo que trecientos o más años de imperialismo les dieron sobre el resto. Por otro lado, los países que fueron colonizados se ven orillados a continuar pujando por mantener relaciones comerciales que no los priorizan porque el reparto del mundo ya estaba hecho cuando comenzaron a competir. Ahora lo normal es vender la selva, el mar, los bosques.

Al sur global le ha costado la vida de más de diez activistas hacerse escuchar este año. Solo en México 84 personas han perdido la vida en los últimos diez años en la lucha por la protección del medio ambiente. No sé si podría pegarme las manos a un cristal teniendo en mente que en vez de a la cárcel, podrían llevarme dos metros bajo tierra, decir que fue el narco, saber que fue el Estado.

A veces tomar acción directa da miedo y, aun así, hay mucha gente haciéndolo. El sur global tiene activistas temerarios, causas claras, corazones grandes. Hay amor en poner el cuerpo por las causas que sabemos son lo correcto, y si es lo que hace falta para hacerse notar,

Aquí están ellxs.

Un fin

Siempre creí que Al Gore no debió ganar el Premio Nobel de la Paz en el 2007* cuando era miembro activo de la política estadounidense. Personalmente, no creía que los presidentes y demás políticos del siglo XXI debieran ganar premios Nobel de la Paz porque, como sus votantes, lo mínimo que esperaría es que hicieran el bien. Y por lo tanto no entendía porque había que premiarles que hicieran lo mínimo que esperábamos de ellos. Después de todo, con gran poder viene gran responsabilidad.

Con base en eso, solía contrastar sus acciones y espacios de poder a aquellos de los que habían disponido Lech Walesa o Martin Luther King, otros airosos ganadores del premio. Hoy en día, no considero que hubiera estado del todo mal aunque tampoco me apostaría en una pelea de argumentos.

Padres de la historia como Martin Luther King, convirtieron los espacios de recreación en los que vivían en espacios de política. Crearon sus propias plataformas y se convirtieron en jueces de sus oportunidades. Su capacidad de hacer de sus causas una plataforma para el ejercicio del poder, los llevó a donde todos sabemos.

Al Gore ha viajado alrededor del mundo con el propósito de concientizar a las personas en la inminencia del cambio climático. Según entiendo, repite una y otra vez los hallazgos y las pruebas de la gravedad de las alzas en la temperatura media del planeta. Al Gore ha sido llamado el mayor mentiroso de América. Se ha postulado a la presidencia de los Estados Unidos y ha sido senador y diputado por el partido demócrata. Al Gore nos ha intentado decir que el planeta y todo lo vivo junto a él, caduca. Que los casquetes polares están derritiéndose y que el nivel del mar está sobrepasando la media.

Más allá de las pruebas, creo profundamente en los dejes de su pasión. Esta confiándonos la verdad y las historia de éxito son casi siempre historias de gente que siente pasión.

Hasta hace poco, entendía del cambio climático solo lo que se aprende en la escuela, y ni el Fenómeno del Niño ni el de la Niña me quedaban claros. Ver a Al Gore, sobre la plataforma de sus acciones y espacios, me hizo sentir conmovida. Convirtió sus espacios de poder en oportunidades para nosotros.

Lo que él está trabajando no es la detención abrupta de la codicia de los grandes empresarios que lucran a costilla del planeta. Es la verdad, la propagación de la causa, la idea de que esta tierra no es medio, es fin.

Ojalá puedan confiar en él con la misma expectativa con la que confia en nosotros.

*Al Gore ganó el Premio Nobel de la Paz en el 2007 junto a el IPCC “por sus esfuerzos para construir y difundir un mayor conocimiento sobre el cambio climático”.